jueves, 24 de noviembre de 2011

25 de Noviembre, la eterna lucha


Aprovechando que el debut de esta columna sea en estas fechas y que el día 25 de noviembre se celebró el DIA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LA MUJER quisiera empezar con una sencilla reflexión; ¿por qué existe un día al año designado para esto? ¿Por qué hubo la necesidad de institucionalizar un día como este?  
Se eligió para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Minerva, Maria Teresa y patria), 3 activistas políticas que murieron en manos de la policía secreta del régimen del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana en el año 1960 y en 1999 la ONU dio carácter oficial a esta fecha. ¿Y porque 50 años después seguimos conmemorando esta fecha que ya no sólo recuerda a las hermanas Mirabal si no a todas las mujeres que sufren o han sufrido algún tipo de violencia? la respuesta es porque aún con todo y la ¨liberación femenina¨, el surgimiento de feminismo y de leyes que están hechas para garantizarle a las mujeres una vida libre de violencia la realidad es que la violencia contra las mujeres nunca ha dejado de existir, el problema es que se ha naturalizado, en algunas sociedades se ve “normal” que una mujer sufra violencia, es “parte del ser mujer”, es cargar con la cruz que nos tocó vivir y  el que crea o la que crea que hoy en día “ya no es como antes” vive en un error. 
 La violencia contra la mujer es un problema grave, es considerado uno de los principales problemas de salud pública, en México 7 de cada 10 mujeres viven violencia actualmente  y 1 de cada 3 mujeres ha vivido algún tipo de violencia. Mundialmente cada 15 segundos una mujer es agredida a manos de su pareja, por lo que en lo que tardes en leer esta columna por lo menos 10 mujeres están sufriendo algún tipo de violencia y es la principal causa de muerte en mujeres entre 15 y 43 años. 
Ojo, la violencia no es únicamente recibir un golpe, se manifiesta de distintas maneras, a veces es tan sutil que es vista como “natural”. La violencia no reconoce clases sociales, ni tampoco sólo le pasa a aquellas mujeres que no tienen estudios, nos puede pasar a cualquiera y el 44% de las veces ocurre dentro del hogar. Generalmente la mujer aguanta vivir esta situación por las presiones sociales que existen ante esta problemática, ya que se percibe como un simple problema de pareja o falta de comunicación. Vivimos en una sociedad que responsabiliza a la mujer que es violentada con comentarios como: “es que seguro le gusta que le peguen”, “¿Quién sabe que habrá hecho para recibir semejante golpiza?”; “si no lo deja, es porque le gusta sufrir”. Algunos han ido tan lejos  que le quitan importancia a los crímenes cometidos en contra de las mujeres por como iban vestidas o como se comportaban. Este tipo de comentarios vulneran aún más a la víctima y en lugar de ayudar empeoran su situación. La mujer que vive violencia es incapaz de salir de esa situación porque el haber vivido ya varios ciclos de violencia le impide pensar en alternativas de vida, se siente desesperanzada y piensa que tarde o temprano su realidad puede cambiar, piensa que si es lo suficientemente buena esposa, buena madre o buena mujer su pareja dejará de violentarla. Siempre está presente la esperanza de que el va a cambiar. El problema es que ella no sabe que la violencia no tiene que ver con quien la recibe, si no con quién la ejerce. 
Por otro lado al hombre se le ha permitido “ser violento”, sobre todo en una sociedad como la nuestra en la que la figura del macho mexicano se sigue consolidando.  A los hombres se les ha exigido ser proveedores, ser la cabeza de la familia y su educación en algunos casos ha sido ejercida con mucha mas violencia pues había que formarlos para ser bien hombrecitos. Algunos veces el padre y la madre fueron poco mas rígidos con ellos, les gritaron más fuerte o les pegaron con más frecuencia. La manera de relacionarse entre hombres está cargada de mucho más violencia física que la de las mujeres y muchas veces la única manera que encontraron de solucionar algo fue a través de los golpes. Así también en algunas culturas es bien visto que los hombres maltraten a sus esposas, inclusive es hasta aplaudido, existen infinidad de malos chistes que tienen que ver con la inferioridad de la mujer o con golpearla para controlarla, el problema es que lo siguen viendo como eso, un “chiste”, cuando en realidad es un problema serio. Se exige mucho hoy en día al hombre para que socialmente sea considerado un hombre completo no? No debe ser fácil para ustedes tampoco, pero con todo y esto la violencia contra la mujer no deja de ser un delito y no deja de ser un problema grave que nos compete a todas y a todos. Sí bien siempre habrá hombres que aboguen que los hombres también son maltratados, la realidad es que el 97% de las veces el agresor es un hombre. 
No podemos seguir pensando que la violencia contra las mujeres es un problema ajeno a nuestras vidas, que nunca hemos vivido violencia o que nunca la hemos ejercido, que solo pasa en las comunidades de bajos recursos, que solo pasa cuando hay alcohol de por medio y que son problemas de pareja pero que es “normal”. Mira a tu alrededor, reflexiona sobre tu vida, honestamente puedes decir que ¿eres ajena o ajeno a la violencia contra las mujeres?  verás que la respuesta es no. 
Cuando me invitaron a escribir una columna sobre violencia contra las mujeres y toda la problemática de género que va ligada a esto, inmediatamente y sin pensarlo dije que sí. No soy escritora y jamás había escrito en ningún medio de comunicación, pero sí tengo mucho que decir sobre este tema. El objetivo de esta columna es informar sobre la situación que viven las mujeres con una mirada que tome en cuenta las dos caras de la moneda, la de las mujeres y la de los hombres considerando las diferentes oportunidades en la vida que tienen los hombres y las mujeres, las interrelaciones existentes entre ellos y los distintos papeles que socialmente nos han asignado. Porque para hablar de los temas de hombres y mujeres, hay que buscar el equilibrio, el PUNTO MEDIO, el punto donde todos y todas tengamos un lugar.