jueves, 24 de enero de 2013

Violencia económica


Ya he escrito sobre los tres principales tipos de violencia, o más bien sobre los tres tipos de violencia más conocidos, pero existe otro que aunque sea menos conocido no deja de ser igual de importante y hablo de la violencia económica. 
En la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia está definida como:” toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así como la percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo centro laboral”. Por su lado la Ley Estatal De Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia establece que violencia económica es: “toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima, se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de su percepciones económicas”. Prácticamente las dos dicen lo mismo y en palabras sencillas es utilizar el dinero para ejercer poder, control y miedo. Se preguntaran, ¿Y esto, es violencia?, sí porque si partimos de que violencia contra las mujeres es: “Cualquier acción u omisión basada en el género que les cause a la mujer de cualquier edad daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público y que se expresa en amenazas, agravios, maltrato, lesiones y daños asociados al a exclusión, la subordinación, la discriminación y la explotación y que es consubstancial a la opresión de género en todas sus modalidades afectando sus derechos humanos”.

La violencia económica como algunos tipos de violencia psicológica tiende a ser muy silenciosa ya que es naturalizada y aceptada en nuestra sociedad como parte de roles que nos toca desempeñar en una familia como hombres y mujeres, es decir, pensamos que va con el paquete de ser ama de casa y proveedor.
En las familias en donde los roles de género son más arraigados y tradicionales se ejerce este tipo de violencia con mucha más naturalidad, esto se da también por la poca valoración que existe hacia el trabajo que se hace en casa y que lejos de ser reconocido se percibe como: “es que mi mujer no hace nada”, o “mi mujer es una floja”, o las mismas mujeres al preguntarles a que se dedican, la mayoría contesta “a nada, bueno soy ama de casa”. 

Las víctimas son privadas o tienen muy restringido el manejo del dinero y la administración de los bienes, con lo que se crea una situación de estrés en la familia, relacionado con los ingresos económicos. Del mismo modo, el agresor busca  evitar que la mujer tenga acceso a los bienes muebles e inmuebles a los que también ella tiene derecho y le pertenecen.  Así,  muchas veces el hombre pone los bienes a nombre de otra persona como forma de esconderlos. 

No siempre es fácil de detectar pero principalmente hay dos maneras de como el agresor ejerce violencia económica:

  1.  La primera es que él es el proveedor por excelencia, en la casa no falta nada, el refrigerador lleno, todos los servicios pagados, no se debe nada, pero todo es de él. Controla cada peso, supervisa hasta lo que se gasta la mujer  en el salón de belleza, no le da efectivo a su pareja (todo es con tarjeta, pues así vigila y controla los gastos), la vivienda es de él y amenaza con quitarle todo a la mujer y dejarla sin nada, hasta con quedarse con lo hijos, con cualquier pretexto.
  2. La segunda es todo lo contrario. Es aquel agresor que “vive de su mujer”, pero a pesar de que ella mantiene el hogar, éste se atribuye la postura de manejar todo el patrimonio como si fuera dueño absoluto de todo y, de esa forma, fiscaliza y supervisa todos los gastos, ingresos y demás decisiones alternas. El agresor en estos casos lo hace a veces de una manera muy sutil, siempre dice que no tiene dinero, que tiene que ayudar a su madre, que le robaron la cartera, que se le perdió el dinero, que le bajaron el sueldo (nunca dice cuánto gana), algunos incluso tienen sus cuentas y bienes a nombre de otras personas, se hacen de la vista gorda, pues saben que su pareja no va permitir, por ejemplo, que corten la energía eléctrica, o saquen a los niños de la escuela, etc. 

Con esto a lo mejor dirán, “las mujeres también ejercen este tipo de violencia”. Si, probablemente también la ejerzan pero aquí hay que recalcar que hablo de una situación donde hay una víctima y un agresor, donde la finalidad es ejercer poder y daño sobre alguien que el agresor sabe puede controlar y manipular y donde víctima y agresor no están en una situación de equidad. 
Vivimos bajo el esquema: “el que paga manda”, la violencia económica tiene serias repercusiones sobre la autoestima y el empoderamiento de las mujeres. Muchas mujeres se convierten en mendigas en sus propios hogares, al tener que estar pidiendo dinero para cubrir las necesidades básicas de la familia. Entendamos que la desigualdad en términos de relaciones de poder o de participación en la toma de decisiones es una de las causas que mantienen a una sociedad en el sub desarrollo. Hoy más que nunca, la reducción de las inequidades de género contribuiría a establecer una mayor justicia social y mejores condiciones de vida para hombres y mujeres. 

jueves, 17 de enero de 2013

Hostigamiento Sexual y Acoso Sexual


La semana pasada escribí sobre lo que es la violencia sexual sobre todo abordando una de las maneras en que se perpetran las formas más brutales de violencia contra las mujeres y que es la violación. Queda claro para todas y todos que la violación es un delito grave, sin embargo, y como lo dije la semana pasada vivimos en un mundo en donde se nos enseña a las mujeres a cuidarnos y a no vestirnos de tal o cual manera porque si lo hacemos podríamos ser atacadas en lugar de enseñar simplemente a los hombres a no violar. Ya dicho esto, entonces puedo decir que usualmente se culpa a la víctima en estos casos, ¿Cuantas o cuantos de nosotros no hemos cuando escuchamos un caso de violación no hemos pensado que a lo mejor “ella lo provocó”? O ¿Que hacía en la calle a tal hora? O ¿Que traía puesto?, siendo honestas y honestos yo creo que la mayoría hemos en algún momento pensado así. Y ¿Por qué pensamos así?, creo que tienen que ver con muchos factores sociales y de género y creo que tiene que ver también con minimizar muchas conductas cotidianas que parecen “inofensivas” y otras que no parecen tan “inofensivas” pero las dejamos pasar porque como mujeres a veces sentimos que es lo que viene con el paquete y como hombres piensan que tienen derecho pues los hombres “así son”. Todo esto tiene que ver con lo que conocemos como acoso y hostigamiento sexual, ojo, no son lo mismo y hay que aprender a diferenciar entre una y otra.

Según la Ley General de Acceso a las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia al  hostigamiento sexual como:  “el ejercicio del poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva”. Entonces cuando alguien se aprovecha de la posición que tiene para acechar a alguien es considerado hostigamiento sexual, esto se da mucho en los lugares de trabajo. 
Sé de muchos casos de mujeres que se sienten incómodas porque un jefe las hostiga y cuando se quejan rara vez encuentran una respuesta adecuada, al contrario, las revictimizan, haciéndolas sentir responsables de la situación que viven, las cuestionan sobre su manera de vestir y sobre su pasado, sobre si cuantas parejas ha tenido, etc, etc. Cuando les va bien, al agresor cuando mucho lo único que harán es cambiarlo de área. El agresor generalmente es protegido en estos casos, y ¿Por qué? Pues porque vivimos en un mundo en donde no se nos hace para tanto pues “es hombre y los hombres así son”.

El acoso sexual se define como: “una forma de violencia en la que, si bien no existe la subordinación, hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos”. Esto es cualquier situación que te haga sentir incómoda y que te sientas en riesgo de que algo te podría pasar. Pongo el ejemplo del cuál escribí ya hace varios meses de una mujer que era acosada sexualmente por un empleado del edificio de enfrente de donde vivía que le gritaba obscenidad y media cuando salía a la calle o desde su lugar de trabajo la espiaba. La mujer fue a poner una denuncia al MP en el Distrito Federal y le dijeron que a menos que esta persona no le hiciera nada no podían proceder, ella asustada sube un video a twiter donde explica su situación y bueno el video creo que dió la vuelta en todo México, finalmente si atendieron su caso las autoridades pero su actuación fue prácticamente nula y creo que al final ella optó por cambiarse a vivir a otro lado. Aquí lo desafortunado es que como sociedad tendemos a minimizar el acoso sexual, a menos que no exista una violación o un intento de hacer daño, se le da poca importancia, a las mujeres inclusive se nos tacha de exageradas y pues ante esto lo más probable es que nos quedemos calladas, o que aceptemos como “natural” que el caminar en la calle, subirse al metro, subirse a un taxi, tomar el camión, etc etc, será motivo de que a lo mejor seremos violentadas. 

El hostigamiento y acoso sexual son delitos,y cuando digo delito es porque el pleno de la Cámara de Diputados aprobó reformas al Código Penal Federal por las cuales se sanciona hasta con cuatro años y medio de cárcel, claro que por ser considerado como un delito “no grave” la persona tiene derecho a salir bajo fianza pero el punto aquí es, que no se debe minimizar y no se debe ver como algo “natural”, la Ley General de Acceso De las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia inclusive tiene un estatuto de poder solicitar una orden de “no acercamiento”. El hostigamiento sexual debe ser un punto para correr del lugar de trabajo a cualquier agresor, pueden haber mil leyes que protejan a las mujeres, de nada sirven si no hacemos consciencia de lo mucho que naturalizamos y minimizamos algunas prácticas de violencia sexual, no porque no sea violación quiere decir que no tenga importancia, no por ser mujeres tenemos que aguantar hostigamiento o acoso sexual sólo porque creamos que es lo que nos toca y NO por ser hombres tienen derecho a violentar sin ninguna consecuencia.

jueves, 10 de enero de 2013

"NO me digas a mí como vestirme, diles a ellos que NO violen"


Según la Ley General de Acceso a las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia la violencia sexual se define como: “cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto”. En efecto, en el ejercicio de la violencia sexual se plasman relaciones de poder que se ejercen en el cuerpo de las mujeres, de esta manera, se convierte a la sexualidad y a la capacidad reproductiva de las mujeres y a sus cuerpos en un espacio sobre el que se perpetran las formas de violencia más brutales. 
Utilizando internet como principal herramienta para recabar información sobre casos de violencia contra las mujeres, me doy cuenta que la violencia sexual no se presenta de manera aislada ni intermitente, es decir, es una constante de países tanto de primer mundo como en desarrollo, en países donde hay guerra y donde hay paz, donde existe democracia y donde no la hay. 
Solemos pensar que las mujeres están rezagadas en países lejanos como en Africa o en Asia, pensamos que las mujeres que viven en países de primero mundo siempre son escuchadas cuando sufren algún tipo de violencia, sobre todo sexual; si bien entre más avanzado es el país y la sociedad, la brecha de desigualdad de género se cierra y por lo tanto las mujeres tienen mejor acceso a la justicia hay algo que permea y es que de alguna u otra manera se responsabiliza a la víctima.
La sanción social contra las mujeres que denuncian su caso ante el sistema judicial es especialmente aguda en los casos de violencia doméstica y sexual, siendo éste el único delito en el cual se juzga más a las víctimas que al agresor, donde se ven expuestas a un procedimiento penal en el cual su vida es motivo de investigación y escrutinio, donde son cuestionadas por su “participación” en el delito, donde su pasado es motivo de investigación y donde entran en juego los estereotipos y el honor de las mujeres. En muchos casos son rechazadas por su familia y su comunidad, y en consecuencia, la mejor defensa del imputado consiste en atacar a la víctima por "provocativa", por "libertina", por "ser mujer de hábitos sexuales promiscuos", por "no ofrecer verdadera resistencia", por “no haber dicho que NO con suficiente firmeza”, por “haber coqueteado con él”. 
Sólo hace falta darse una vuelta por los juzgados, leer notas en el periódico sobre casos de violencia sexual, ver los noticieros o platicar con alguien víctima de este tipo de delito para darse cuenta que la que sale pediendo y la que sale juzgada es precisamente la víctima. Por todo esto, no es de extrañar que las mujeres eviten acceder a la cadena formal de justicia, los obstáculos institucionales exacerban estas presiones y presentan barreras adicionales para el acceso de las mujeres a la justicia. De hecho está comprobado en un estudio por ONU mujeres (El Progreso de las Mujeres en el Mundo) que son muy pocos los casos de violencia sexual a nivel mundial que terminan en sentencia y que más del 60% de los casos se quedan en el camino precisamente porque las instituciones le fallan a las víctimas, es más fácil que una mujer reporte un robo que una violación; según la ONU cada 15 segundos en el mundo una mujer es atacada.
Directo o indirectamente la sociedad enseña a las mujeres a que estén alertas para No ser atacadas o violadas pero no enseñan a los hombres a no violar, a no atacar o a dejar de ver a las mujeres como objeto. Cuando digo esto me refiero a la naturalización que hay entorno a la violencia sexual y la insistencia de preguntarse: “¿Y como iba vestida?”, “¿Para qué se viste así?”, ¿”Es que ella lo provocó pues estuvo coqueteando?”, “¿Que hacía sola a esas horas?”, “¿Para que se sube a un Taxi en esa colonia?”. Con esto no quiero decir que todos los hombres son unos depredadores sexuales, lo que quiero mas bien es señalar que a veces sin darnos cuenta culpamos a las víctimas, naturalizamos la violencia sexual y lo hacemos de una manera muy natural y colectiva. 
Me viene a la mente el caso reciente que sacudió a la India, el caso de Amanat, en el cual una joven de 23 años que iba acompañada de su novio fue violada por seis individuos en un camión de regreso del cine; el caso en el Estado de México reciente en el cuál seis mujeres fueron violadas cuando unos asaltantes tomaron como rehen un camión de pasajeros y dieron vueltas en el Valle de México por varias horas; el caso de una niña de 11 años que sufrió una violación tumultuaria y los periódicos incluyendo el New York Times responsabilizaron a la víctima por salir sola con alguien de mas edad; y como esos mil casos.
El problema real de la violencia sexual es que no hay cifras reales pues la mayoría no lo reporta, las que lo reportan son cuestionadas arduamente y en general salen perdiendo y que como sociedad hemos tolerado y naturalizado la violación responsabilizando a la víctima. Simplemente la ya muy famosa “Marcha de las Putas” nace a raíz de que unos policías canadienses dando una plática de seguridad personal le dijeron a un grupo de estudiantes que si no querían que las atacaran lo primero que tenían que hacer es no vestirse como putas. De ahí el mensaje que estamos dando y que debía ser al revés: “NO ME DIGAS A MI COMO VESTIRME, DILE A ELLOS QUE NO VIOLEN”.