Ya he escrito sobre los tres principales tipos de violencia, o más bien sobre los tres tipos de violencia más conocidos, pero existe otro que aunque sea menos conocido no deja de ser igual de importante y hablo de la violencia económica.
En la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia está definida como:” toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así como la percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo centro laboral”. Por su lado la Ley Estatal De Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia establece que violencia económica es: “toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima, se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de su percepciones económicas”. Prácticamente las dos dicen lo mismo y en palabras sencillas es utilizar el dinero para ejercer poder, control y miedo. Se preguntaran, ¿Y esto, es violencia?, sí porque si partimos de que violencia contra las mujeres es: “Cualquier acción u omisión basada en el género que les cause a la mujer de cualquier edad daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público y que se expresa en amenazas, agravios, maltrato, lesiones y daños asociados al a exclusión, la subordinación, la discriminación y la explotación y que es consubstancial a la opresión de género en todas sus modalidades afectando sus derechos humanos”.
La violencia económica como algunos tipos de violencia psicológica tiende a ser muy silenciosa ya que es naturalizada y aceptada en nuestra sociedad como parte de roles que nos toca desempeñar en una familia como hombres y mujeres, es decir, pensamos que va con el paquete de ser ama de casa y proveedor.
En las familias en donde los roles de género son más arraigados y tradicionales se ejerce este tipo de violencia con mucha más naturalidad, esto se da también por la poca valoración que existe hacia el trabajo que se hace en casa y que lejos de ser reconocido se percibe como: “es que mi mujer no hace nada”, o “mi mujer es una floja”, o las mismas mujeres al preguntarles a que se dedican, la mayoría contesta “a nada, bueno soy ama de casa”.
Las víctimas son privadas o tienen muy restringido el manejo del dinero y la administración de los bienes, con lo que se crea una situación de estrés en la familia, relacionado con los ingresos económicos. Del mismo modo, el agresor busca evitar que la mujer tenga acceso a los bienes muebles e inmuebles a los que también ella tiene derecho y le pertenecen. Así, muchas veces el hombre pone los bienes a nombre de otra persona como forma de esconderlos.
No siempre es fácil de detectar pero principalmente hay dos maneras de como el agresor ejerce violencia económica:
- La primera es que él es el proveedor por excelencia, en la casa no falta nada, el refrigerador lleno, todos los servicios pagados, no se debe nada, pero todo es de él. Controla cada peso, supervisa hasta lo que se gasta la mujer en el salón de belleza, no le da efectivo a su pareja (todo es con tarjeta, pues así vigila y controla los gastos), la vivienda es de él y amenaza con quitarle todo a la mujer y dejarla sin nada, hasta con quedarse con lo hijos, con cualquier pretexto.
- La segunda es todo lo contrario. Es aquel agresor que “vive de su mujer”, pero a pesar de que ella mantiene el hogar, éste se atribuye la postura de manejar todo el patrimonio como si fuera dueño absoluto de todo y, de esa forma, fiscaliza y supervisa todos los gastos, ingresos y demás decisiones alternas. El agresor en estos casos lo hace a veces de una manera muy sutil, siempre dice que no tiene dinero, que tiene que ayudar a su madre, que le robaron la cartera, que se le perdió el dinero, que le bajaron el sueldo (nunca dice cuánto gana), algunos incluso tienen sus cuentas y bienes a nombre de otras personas, se hacen de la vista gorda, pues saben que su pareja no va permitir, por ejemplo, que corten la energía eléctrica, o saquen a los niños de la escuela, etc.
Con esto a lo mejor dirán, “las mujeres también ejercen este tipo de violencia”. Si, probablemente también la ejerzan pero aquí hay que recalcar que hablo de una situación donde hay una víctima y un agresor, donde la finalidad es ejercer poder y daño sobre alguien que el agresor sabe puede controlar y manipular y donde víctima y agresor no están en una situación de equidad.
Vivimos bajo el esquema: “el que paga manda”, la violencia económica tiene serias repercusiones sobre la autoestima y el empoderamiento de las mujeres. Muchas mujeres se convierten en mendigas en sus propios hogares, al tener que estar pidiendo dinero para cubrir las necesidades básicas de la familia. Entendamos que la desigualdad en términos de relaciones de poder o de participación en la toma de decisiones es una de las causas que mantienen a una sociedad en el sub desarrollo. Hoy más que nunca, la reducción de las inequidades de género contribuiría a establecer una mayor justicia social y mejores condiciones de vida para hombres y mujeres.